Claro, hace una semana estaba con cuarenta grados y el agua del Pacífico a veinticuatro grados y acá estoy cagado de frío con la estufa a leña prendida veinticuatro horas al día y de noche también.
Ahora, no me van a negar que no hay nada como estar en casita.
No quiere decir esto que el Fantasma me trató mal, que esperanza, me trató a cuerpo de rey y aunque estaba comodísimo con él y con Male, ya tenía ganas de volver.
Una de ellas en particular trajo a mi frágil memoria, un evento que ocurrió en mi infancia para la llegada de la primavera. Tal como era costumbre, la comisión de Centro Social Tala, decidió realizar el baile anual de primavera y para ello había que decorar el salón, el que se ofreció fue “el gallego Hacha”.
Era de los gallegos de pura cepa, de los de antes, de aquellos que nunca aprenden el idioma uruguayo, y muy dispuesto tomó pinceles, paleta y pinturas para comenzar su obra. Luego de un rato de estar trepado en la escalera, desciende para desde lejos admirar su creación.
Luego de una larga y profesional contemplación con lateralidades de cabeza incluìda, dijo: “Coño he quirido hacer una jolondrina y me ha zalido un patu”.